Pregunta básica en toda anamnesis infantil. ¿Cómo se lleva su hijo/a con el resto de los niños/as de su edad?. Y es lógico pensar que la existencia de un déficit en alguna función cognitiva puede conllevar problemas en las relaciones sociales, y más en una etapa tan complicada como son entre los 9 y 14 años, momento en el que se van definiendo. La tendencia en cuanto tenemos un niño con pocos/sin amigos, o que se relacionan poco con otros, o que no muestra interés es plantearse automáticamente un trastorno del espectro autista. Sin embargo, muchos motivos pueden estar detrás de esa... "falta de interés". Os comento 3 casos.
El niño que no jugaba en el recreo
Una de las formas de detectar un problema en las relaciones social en un niño/a es observarlo. Y en general, una de las alarmas más clásicas es que el niño/a no juegue en el recreo. De hecho, que un niño no juegue al futbol ya se considera raro. Pero hay que observarlo. No es lo mismo el niño al que le da completamente igual estar sentado mirando al cielo que el niño que mira con anhelo el balón pero no quiere jugar. El mensaje que llegará desde la escuela será "no juega" pero no es tan fácil ver las causas.
En muchas ocasiones nos encontramos con niños/as que prefieren pasar el recreo junto a sus profesores. Lo primero que se piensa, es que busca la protección frente a otros niños que seguramente se estarán metiendo con él. Pero por mucho que sea, debería ser aburrido para un niño pasar el rato con un adulto, ¿no?. "Los adultos somos aburridos y hablamos raro" nos dirían, pues su lenguaje aún no esta al nivel del adulto. Con estas dos ideas, creo que va quedando encaminado hacía donde me dirijo.
Todos queríamos ser como Chicho Terremoto, y el que no era tan experto en deportes, era un "manta", se tenía que poner de portero o nunca se la pasaban. Un claro ataque a la autoestima.
Los niños/as que presentan trastornos del aprendizaje no verbal, de la coordinación motora, o déficits atencionales perceptivos y motores suelen presentar este patrón. Por definición, estos trastornos que comprometen el funcionamiento del hemisferio derecho, suelen implicar una "torpeza" motora y una dificultad para la adquisición de hábitos motores. Contextualizando, una dificultad para todos los deportes que impliquen coordinación, sea futbol o baloncesto. Sea saltar a la comba. Y que son precisamente los que se llevan a cabo en el recreo. Por lo que el alejamiento no es tanto por falta de interés sino por su dificultad. Además, repito, los niños son crueles en estos casos. Si no eres Cristiano Ronaldo con el balón se ríen con cierta facilidad. Y eso no gusta.
Además, este tipo de trastornos curiosamente, conllevan un mejor estado de las habilidades verbales (al menos las formales) lo que permite que el niño lleve sin dificultad una conversación con un adulto, casi prefiriéndola a los deportes, pues es fuente de elogios en comparación con la fuente de frustración que supone el juego. Sin duda, el estado de ánimo de estos chicos es bajo, tanto como su autoestima. Buscar actividades grupales con menos carga motora y más verbal podrían ayudar a corregir esta mala imagen de si mismo y a reducir frustraciones.
El niño al que le duraban poco los amigos
El interés por entablar una amistad se usa generalmente como criterio para descartar el estar ante un trastorno de tipo autista o no. Sin embargo, como dije antes, lo que suele quedar es la idea de que no tienen amigos. ¿Y por qué no tiene amigos?. Muchas veces el caso es el de aquél niño que se considera sociable, pero cuyas amistades duran poco.
No se trata de un contexto concreto, se trata de que son niños que se acercan a otros casi sin problema, pero por alguna extraña razón pierden esa amistad. Es el caso de los niños con TDAH. No es en todos, pero si una mayoría. Pongámonos en su cabeza. De manera impulsiva el niño llega y se mete en medio de un grupo de niños. Desde luego, para hacer amigos no tiene problema. El problema llega después.
"Parecía simpático cuando se acercó pero... ahora parece que está loco". Es lo que tiene la impulsividad.
Durante las conversaciones con otros niños, su tendencia a desviar su atención hace que pierda completamente el hilo de la conversación. En un momento dado, uno puede lograr que no se note, pero cuando se es impulsivo, una vez se vuelve a la conversación la tendencia es a hablar. Y a buen seguro lo que se diga tendrá poco que ver con lo que se está hablando. Eso dará mucho que pensar al resto de niños. Lo miraran como si fuera raro y lo evitaran. Además, las conductas impulsivas, o sea hacer cosas sin pensar pueden venir bien para presentarse, pero muy mal durante el resto de interacciones, donde comenzar a coger cosas aunque no sean tuyas por impulso no suele sentar bien.
Este tipo de niños termina acabando aislado en los entornos cotidianos (aula), pero sigue sin mostrar dificultades en un parque para jugar con quien sea. El objetivo, para evitar que afecte a su autoestima, sería tratar de introducirle en las dinámicas sociales de clase, decir cosas positivas de él en público y demás. Recordemos que el fracaso escolar suele ir parejo a este trastorno, por lo que añadirle problemas de relaciones sociales por inacción es ponerle una losa más al pobre chico.
La niña que se iba con las pequeñas
También puede ocurrir que la niña directamente sea tonta. No lo digo yo, sino que así me lo dijeron sus padres. Su hija era tonta, muy inocente y solo se juntaba con niñas mucho más pequeñas que ella. Además, estábamos ante una niña que iba suspendiendo absolutamente todo. Pero bueno, para empezar, la niña al menos si se juntaba con otras niñas, pero de dos años menos (ella tenía 8, las otras 6, la diferencia era abismal). Tampoco era niña de pillar las indirectas y los dobles significados. Estaba claro que eso último parecía muy cercano al autismo de nuevo o bien, a problemas en la pragmática del lenguaje.
Normalmente en la exploración se tarda poco tiempo en encontrar algún déficit (otra cosa es que sea real), ya que al estar todo interrelacionado, es lógico comenzar a detectar signos y pruebas que no se realizan de la forma esperada para la edad. Luego, poco a poco, se va desentrañando que está detrás del problema observado y se puede fundamentar que falla. El caso de esta niña me sorprendió. Pruebas visoespaciales perfectas, pruebas de construcción perfectas, pruebas de comprensión auditiva perfectas (dios, perfectísimas), impresionante capacidad para la abstracción, expresión correcta. Todo estaba bien. ¿Por qué entonces tanto suspenso y el aparente problema de relaciones sociales?. Y todo me quedó claro cuando la puse a leer.
Su dificultad para leer, con 8 años, lenta y trabajosamente las palabras influía en su comprensión lectora. Así que, ni entendía las preguntas de los exámenes, ni entendía lo que estudiaba. Con más tiempo, seguramente pudiera entender lo escrito (si no era muy largo), pero la escuela no suele esperar a nadie. Eso sí, un examen de ciencias naturales, deja de evaluar ese conocimiento para valorar su comprensión lectora, sin que nadie se de cuenta. Pero no saber leer bien tiene otro problema, más allá de los exámenes.
Llamarse por teléfono para contarse lo que habían leído en la revista, quedar juntas para leerla... cosas típicas de amigas de esa edad. Sin la lectura la participación en actividades con otras niñas de su edad era imposible.
Juntarte con niñas de tu edad, 9 años, y ponerse a leer una superpop es algo que al menos mi hermana hacía a esas edad. Ahora mismo imagino que serán wassaps, tablets y otros engendros tecnológicos (que implican leer) los que dominan el panorama a esas edades. No ser capaz de leer una conversación de wassap, o leer una web sobre la que todas hablan, o leer con ellas algo es un duro golpe para la autoestima. Uno se siente torpe. Y uno no es tonto, se va enseguida con niños que igualen la competencia. De unos 6 años. Así era su lectura, así era la gente con la que se juntaba.
En este caso, trabajar de forma directa la lectura (no leyéndole las cosas, como hacían sus padres) y ayudar a la comprensión mientras se adquiere la lectura para aprobar los exámenes era la clave. Si el problema no se ataja a tiempo tenemos a una niña que no querrá salir con el resto de sus amigas, por su baja autoestima. En como dijo en sus propias palabras una niña que dice "prefiero dedicarme a cosas de la casa que ir a la escuela, no me gusta". Lógico, a nadie le gusta un sitio donde se ríen de él porque se muestran nuestras carencias.
Estos son 3 casos que me he encontrado donde las relaciones sociales de niños están tocadas por un problema o déficit cognitivo, pero que no son en si un "trastorno de las relaciones sociales" o de la "cognición social". Son una más de las dificultades que se debe encontrar un niño/a con trastorno y su familia. Un saludo.
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