- ... ahora tienes que andar en línea recta, siguiendo la línea de las baldosas hasta mí - le dije al muchacho que tenía delante, debía rondar los 12 o 13 años. Se acercó hacía mi, con cierta dificultad - intenta poner un pie justo delante del otro mientras avanzas - le corregí. Le estaba costando más que bastante, se tambaleaba como si realmente estuviera sobre una cuerda suspendida en el aire. En más de un amago estuve a punto de irme a sujetarlo porque se caía.
- A ver, anda hacia la pared. Normal - le pedí. Su andar era... "raro", no era armonioso, sino más bien descompasado. En algunos momentos parecía que le fallaba una rodilla. Estaba claro que algo andaba mal en ese aspecto, no era normal para 12 años.
- Ahora, ponte a la pata coja - le pedí, algo que le costó horrores, entre vaivenes, no lograba mantenerse recto - y salta sin moverte del sitio -. Le era imposible. En cada salto se iba para un sitio u otro, siempre con la maldita sensación de que se iba a caer. Pedirle que se pusiera en cuclillas con los brazos en cruz tampoco sirvió para desmontar la hipótesis que me estaba formando, un problema en la coordinación motora.
El niño "torpe"
Desde luego, si solo hubiera explorado lo que muestro en la introducción me habría quedado corto, pues ese niño tenía serías dificultades visoespaciales así como problemas atencionales. Era por tanto, un DAMP (déficit atencional motor y perceptivo). Sin embargo, si no hubiéramos tenido esos problemas atencionales y perceptivos, estaríamos ante una entidad reconocida por el DSM IV como "trastorno del desarrollo de la coordinación".
En realidad, se trataría de esas dificultades para el desarrollo de las habilidades motoras o para la cooridinación del movimiento, como era el caso, siempre en ausencia de otros déficit cognitivos, por ello normalmente, no se diagnóstica este trastorno de la coordinación y estamos dentro de un Trastorno Global del Desarrollo, o dentro de un retraso mental (a menos que las dificultades motoras que observamos estén muy por encima de lo esperable para esos trastornos). Lo que si resulta interesante es que es uno de los componentes del DAMP (el motor) y que además estaría dentro de los llamados "trastornos de aprendizaje no verbal".
Este tipo de tarea, que implica equilibrio sería imposible para un niño con este trastorno. Estaría cerca de caerse a cada paso.
Este cuadro se plasma en un/a niño/a "torpe" con dificultades para todas las tareas físicas, con tendencia a tropezarse, a que se le caigan las cosas, y con gran dificultad para los aprendizajes de tipo motor. Y ello, conlleva varias cosas de interés.
Suspendiendo las "marías"
Una de las cosas que más me llamo la atención de este tipo de trastorno es el efecto que tienen en la escuela. Mientras que lo normal es llamar corriendo a un especialista médico cuando se tarda en aprender a leer, o cuando se suspenden asignaturas grandes como lenguaje, matemáticas y demás, los casos de trastorno en la coordinación motora tienen más impacto en otras asignaturas como música, educación física o plástica.
Si obviamos el problema de la grafía (pues la coordinación fina puede estar perfectamente alterada, de modo que se presente una dispraxia), un niño con trastorno de coordinación motora va tener un autentico calvario en la educación física, donde hacer los ejercicios (por ejemplo, saltar el potro, pasar o coger una pelota...) se antojan imposibles. La descoordinación da lugar a que haya burlas por parte de los compañeros, y normalmente, a huir de esas situaciones. Si bien, de clase no te puedes escapar, en el caso del recreo, estos niños/as evitan los juegos que tengan algo físico, por lo que no suele vérseles jugando al futbol o saltando a la comba, y si más con los propios profesores, o con niños más pequeños, donde su falta de habilidad no queda tan patente.
La vergüenza por no estar al nivel de los demás en los juegos debido a su "torpeza" provocan un alto grado de aislamiento y depresión.
En las asignaturas como plástica (o tecnología, como cursé en su día) tienen también problemas para desempeñar las tareas, pues sus problemas en el control fino implican una dificultad en la construcción de las figuras que se le solicita. En música, por ejemplo, muestran unas importante dificultades no por su oído, sino más bien por su dificultad en tocar los diferentes instrumentos, ya sea el piano o la flauta. Por eso no me extrañó nada que el niño del ejemplo de arriba me comentara lo poco que le gustaba la flauta en el colegio. Coordinar los dedos le era imposible.
Si este tipo de signos pasan desapercibidos, es porque estos niños suelen tener unas habilidades verbales perfectas, en muy buen estado, e incluso en muchos casos, muy por encima de la media, por lo que muchas de las señales de alarma de un trastorno no tienen lugar.
Buscando el problema de coordinación
La forma de valorar este tipo de problemas de coordinación ya la habéis visto en el caso del ejemplo de arriba, donde podemos pedirle que ande sobre una línea, que se tenga en equilibrio o que se agache en cuclillas con los brazos extendidos. El problema, más que saber que pruebas hacer, es como siempre el saber si lo que estamos viendo es o no esperable. Por eso resulta importante conocer los hitos motores a la hora de explorar la coordinación en especial en los más pequeños. Además, no se nos debe pasar preguntarlos durante la anamnesis, ya que pueden orientarnos hacía este diagnóstico o ayudar a su descarte.
Las valoraciones de tipo grueso (marcha, equilibrio y demás), se suelen complementar con valoraciones de tipo fino, en la evaluación de praxias (sobre las cuales ya haré un post) bien pidiéndole que coloque las manos en la misma posición que la colocamos nosotros (pongo un ejemplo abajo) o bien pidiendo que realice un movimiento cotidiano ("haz como si estuvieras lavándote los dientes"). Nuevamente desde la anamnesis, preguntas como si el niño se viste solo (abrocha botones y demás) o sobre si suele ser torpecillo en casa son importantes.
Un ejemplo de como pediríamos al niño/a que coloque la mano para valorar las praxias
Pero claro, sería raro que no hiciera referencia por enésima vez al hecho de que no todo lo que vemos (niño torpe) implica que haya otra cosa detrás. Me explico. Podemos estar ante un niño que se tropieza mucho, que prefiere no jugar a juegos deportivos y estar ante un niño con un problema atencional, es decir, no presta atención a lo que está haciendo, se lleva cosas por delante, o es impulsivo y acaba pegando patadas a todo el mundo en los partidos, por lo que evita jugar. Igualmente, podemos tener un problema en la asignatura de plástica no tanto por componente praxico (manejo del lápiz en este caso) como por dificultades visoespaciales que le impidan "comprender" correctamente la información visual y por lo tanto, plasmarla. Son sólo algunos ejemplos de que no basta con valorar lo que queremos encontrar, sino algunas cosas que pueden estar afectando en primera instancia.
Por finalizar, este trastorno se considera un fallo a la hora de automatizar la información motora, de manera que ese tipo de aprendizajes son mucho más complicados para este tipo de niños (que, repito, no tienen dificultades en aprendizajes lingüísticos). Por ello, se recomiendan algunas adaptaciones y formas de tratar que ya comentaré en el siguiente post sobre el tema. Espero que os fuera útil. Un saludo!.
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