viernes, 14 de abril de 2023

Indefensión aprendida

 Un día normal y corriente te pilla el toro. Hoy tienes unas pocas de horas de clase entre grado y máster y literalmente no llegas, así que, con mucho dolor, te toca pedir un VTC (vehículo de transporte con conductor). Se te ha ido la hora pensando cómo vas a explicarle a tus alumnos de primero de grado qué es eso de la indefensión aprendida. "Bueno" te dices "ahora en el coche voy pensando cómo".

Llega ese VTC y, ¡joroba! el conductor viene hablando por teléfono con el manos libres. Una conversación tensa. Imposible concentrarse. 

- Le voy a "meter," te lo juro que si la pillo le voy a "meter" - decía una mujer alterada al otro lado del teléfono - con todo lo que yo le facturo y va y se queja la muy hija de p..."-. Estaba realmente cabreada. El pobre conductor trataba de pedirle que se calmara, que pensará antes de actuar -"le voy a dejar el puto coche en la puta puerta para que se lo coma" - Sentenció ella. Era incomodo, sí. 

La conversación se alargó cerca de 15 minutos. El pobre conductor me miraba de reojo, pensando un poco lo absurdo de la situación. Finalmente, cortó la conversación. Por fin podía ponerme a pensar en la indefensión aprendida... pero no: el conductor empezó a hablarme a mí.

- "Es que no puede ser" - comenzó - "es que da igual lo que hagas con esta gente" - me dijo resignado - "factures lo que factures siempre les parece poco, siempre broncas, ni una palmadita en la espalda "- dijo dejando ese típico silencio con otra mirada de reojo esperando a que yo dijera algo. Pero el caso es que este tema me sonaba.

- Sí, es cierto, la verdad que si un trabajador da todo lo que puede y al final solo recibe una queja o una bronca... no es muy justo - dije desapasionadamente. Yo me tenía que preparar la clase...

- ¡Es mismo! - dijo con esa pequeña alegría que se muestra cuando uno siente que le han entendido - uno se esfuerza, uno intenta hacer y si al final haga lo que haga, solo le abronca... pues a uno le da bajona- me dijo con cierta tristeza.  Lo que le iba a decir casi me salió solo:

- Si, te genera una indefensión apren...  digo, se te quitan las ganas de hacer nada - me corregí a mi mismo.

- Eso, eso - me dijo él - te jartas y dejas de esforzarte - Dijo justo antes de dejarme en el paso de cebra de la universidad... No había podido prepararme cómo empezar la clase... pero mientras cerraba la puerta del aula tenía claro lo que iba a decir. Fue un click. Fue que la teoría nos rodea en el día a día. 

- ¿Os imagináis que vuestro jefe os echa la bronca hagáis lo que hagáis? ¿a que da "bajona?" - y así empecé a hablar de la indefensión aprendida. La verdad, los pobres no entendían nada. Pero a mí me cuadraba todo. 

Predecir lo que va a pasar

Uno organismo nunca deja de comportarse. Y el comportamiento parece una sucesión continua. Una corriente de acciones (no todas visibles). Pero mientras un organismos se comporta, también observa la consecuencias de su comportamiento. ¿Por qué?. Porque así selecciona las conductas que son útiles o no. Hay comportamientos que provocan que aparezcan cosas positivas (apetitivas) y o desaparezcan cosas negativas (aversivas) y por tanto, ese comportamiento, esa acción se ve reforzada: aumenta la probabilidad de que ocurra otra vez. Eso también ocurre en caso contrario, si las consecuencias son negativas (desaparece algo que nos gusta o aparece algo que no nos gusta) nuestra conducta se ve castigada y se reduce la probabilidad de que se repita.

Esto recibe el nombre de condicionamiento operante o instrumental. Son principios básicos que gobiernan la conducta de los organismos y que resulta muy útiles conocer cuándo se quiere modificar el comportamiento. Si hago un análisis funcional de cómo se ha instaurado una conducta, y sobre todo, de cómo se mantiene, puedo tratar de extinguir esa conducta y buscar las condiciones para instaurar otra nueva.  Es interesante porque a veces hay comportamientos que se seleccionan porque a corto plazo tienen una consecuencia positiva pero a largo plazo resultan un problema. Yo mismo puedo señalar una mía: Mi conducta de evitar el coche a corto plazo es genial, porque me reduce la ansiedad que me provoca conducir en el mismo momento, pero a largo plazo implica un problema para desplazarme (y de ahí que hoy haya acabado por enésima vez en un VTC). 

¡Oh si! pulsar una palanca da comida, y por tanto, voy a pulsar esa palanca para obtener comida. Si tengo hambre, claro. Me queda la duda de dónde está ese aprendizaje. Debería, físicamente, estar en algún lugar... ¿o no?.

Pero no os asustéis, no he vuelto de Psicofest convertido en un conductista acérrimo. Realmente, funcionamos prediciendo, anticipando, asociando y tratando de cuadrar las cosas para que encajen con nuestra experiencia previa. Aprendemos, y lo que aprendemos es un marco previo para nuestro siguiente comportamiento. Unos los llaman aprendizaje, otro expectativa y otros creencias.  Y el cerebro, el sistema nervioso y el cuerpo entero juegan su papel en esto.

Pero lo curioso, es que a veces aprendemos algo más aterrador aún: Que lo que hacemos tal vez no importe nada.

Cuando no hay manera

El paradigma de la indefensión aprendida fue planteando por Seligman a finales del siglo pasado en base a un experimento muy interesante con animales. Lo sé, nos generan aversión, pero a veces nos pueden mostrar cosas interesantes.

Seligman tenía dos perros que estaban inmovilizados y que iban a recibir descargas, pero uno de ellos tenía la posibilidad de parar esas descargas si pulsaba un botón con el hocico, mientras que el otro, no tenía manera de pararlas. Hiciera lo que hiciera, las descargas iban a parar hasta que el otro perro pulsara con su hocico el botón. No dependía de él. El segundo perro se veía indefenso, y seguramente trató de buscar alternativas pero nada de lo que hacía tenía resultado.

Hasta aquí puede ser que pensemos que estamos ante un experimento que no aporta nada pero resulta que esta era la primera parte de un experimento más complejo. Ahora esos dos perros iban a ser introducidos en una caja dividida en dos partes por una barra central (ver imagen). El suelo era una rejilla que, en el lado izquierdo, donde son ubicados los perros, se produce una descarga. Pero el lado derecho, pasada esa barrera, no hay descarga. Como es de esperar, una vez empiezan las descargas en el lado izquierdo, lo normal seria que ambos perros cruzaran al lado derecho. Pero no, no fue así. 

Ejemplo de la caja de Seligman. Hoy en clase una alumna me dijo: Un humano reflexionaría, pensaría, no es igual que un animal. ¿Creéis que es así?. Yo simplemente asistí al precioso debate que se generó en clase. No hay nada más bonito que un debate XD.

El perro que podía parar la descarga en la parte previa pulsando con el hocico un botón empezó a buscar la forma de parar el dolor de la nueva descarga. ¡Y lo encontró! Saltó la barrera a zona segura. En cada ensayo en el que era colocado en la parte izquierda, más rápido realizaba la conducta de saltar la barra. Claro esa conducta era positiva, evitaba algo malo, evitaba la descarga. Pero nos interesa más el otro perro. El que no podía evitar la descarga en la fase previa, el que estaba indefenso, no logró aprender cómo escapar. Por más intentos que se sucedían, ese perro, aunque eventualmente pudiera saltar la barra, no aprendía que eso podía evitar la descarga.  Y esa sería la idea, decir que no aprendía, peor es algo peor. Porque si había aprendido: había aprendido mucho antes que lo que hiciera no valía para nada, su conducta no tenía contingencia alguna: se sentía indefenso.

Sí, eran perros. Pero parece que también vale para el mismo ser humano.

Del burn-out individual a una sociedad adormecida

Imagínate ahora que te dedicas en cuerpo y alma tu trabajo. Te esfuerzas. Te llevas parte a casa si hace falta, por vocación. Por hacerlo bien, por la calidad. Y cada X tiempo, una semana por ejemplo, llega tu jefe y te dice: "no es suficiente, tienes que hacer más" o un "no llegamos, debéis hacer más" o el magnífico "si no haces más, todo irá a peor". Las primeras semanas te esfuerzas por llegar a ese punto en el que cumplas. Te machacas, haces algo más. Pero nuevamente, recibes otra vez el feedback de que no es suficiente. Entonces, como decía nuestro amigo VTC, te da la "bajona". En ese momento empieza a haber un efecto rebote. Empiezas a hacer menos. Porque te sientes indefenso. Sientes que, hagas lo que hagas nada va a cambiar. Tu jefe es tu descarga eléctrica semanal y, hagas lo que hagas, no la puedes evitar. Y lo que nuestro amigo del VTC llama bajona de manera poco técnica, otros lo llamamos "depresión". Y eso son palabras mayores. 

Así, se bajan los brazos y da igual cualquier acción que intente "revertir" la situación. Uno ya ha aprendido que su conducta no puede modificar el entorno. Pero claro, si se entienden ciertos principios de modificación de conducta se puede plantear ciertas acciones que reviertan esto. Pero para eso, hay que ser psicólogo/a. Que aunque no lo parezca, vale para algo. El problema es que este mismo mecanismo que implica una quemazón laboral (VTC, Sanitarios, Restauración...), también implica una cierta quemazón social.

Hagas lo que hagas, tu jefe dice que no llegas. Hagas lo que hagas, tu jefe te grita. Hagas lo que hagas, tu jefe te dice que todo depende de terceras personas incontrolables. Bien, tu jefe te provoca indefensión. Y seguramente también sea gilipollas. 

Si bien lo fácil sería señalar el holocausto Nazi como ejemplo de aceptación de la indefensión de los judíos dentro de los horribles campos de concentración, (desde fuera todos pensamos que habría que robar un arma a un guardia y pelear...)  solo basta con ver nuestra sociedad actual, "peri" y post pandemia para ver como ese fenómeno de indefensión nos inunda. Da igual mi conducta, suben los precios. Da igual mi conducta, no puedo independizarme. Da igual mi conducta, mi trabajo se pasa por el forro el convenio. Da igual mi conducta, mi jefa me trata como una mierda según le apetezca o tenga mal día. (y seguro que tiene muchos). Es tal la indefensión que la sociedad termina adormecida. 

Ahora lo llaman generación de "cristal," la generación que se rinde con todo. La generación que no busca alternativas, a la que todo le parece un mundo. Pero a lo mejor, es simplemente la generación a la que le hemos demostrado que "hagan lo que hagan" no hay alternativa. Que sí lo hacen bien pero no cumplen el estandar de la empresa de turno reciben un castigo. Un estandar inalcanzable, para variar. 

Platón decía que las personas que debían dirigirnos a nivel político debían ser los filósofos, los más sabios. Yo creo que deberían ser las personas que entienden el comportamiento, los psicólogos. Y la realidad es que nos dirigen los Sofistas: los que cambian de argumento según les convenga, para dejarnos indefensos.

Ahí revienten. Y ojalá, pronto. 

PD: El tema de la persuasión es super curioso. Recomiendo el libro de "porque compramos la burra" (aquí) de Ramón Nogueras para entender estos mecanismos. De verdad que sí partiéramos desde la psicología a la hora de organizar empresas nos iría mejor.

PD2: Sofistas. Nos gusta predecir, nos gusta la estabilidad y saber a qué atenernos. Pero hay dirigentes, jefes o coordinadores que son puro sofisma. Los sofistas podían defender una cosa y la contraria, sin vergüenza alguna porque había argumentos tanto para una como para la otra. Pero eso a la gente que les rodea los descoloca. Sin criterios y sin fundamentos sólidos no hay forma de saber qué hacer. Normal que la gente termine por no "remar". Se llama indefensión. 

PD3: Insisto, no me he vuelto conductista. 

PD4: ¿Conocéis el síndrome de Procusto? Lo mismo para el siguiente post lo comento

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