viernes, 16 de mayo de 2014

Etiquetando las etiquetas

- Deberías de cambiar eso - me dijo mi compañero - yo no estoy de acuerdo con eso -. Me quede mirando y me planteé si tenía sentido o no. La verdad, lo mejor era quitarlo, sí. Todos teníamos que estar de acuerdo con lo que ponía. Estaba presentando a mis compañeros la charla que había realizado sobre TDAH y que íbamos a usar para darnos a conocer, y evidentemente, todos íbamos quitando aquellas cosas que no nos parecían correctas.
 
- Yo añadiría algo sobre lo como tratamos el TDAH, el protocolo - dijo mi otro compañero. Y tenía razón, se me había pasado poner formas de tratamiento desde la neuropsicología.
 
- Mejor no, ¿no? lo veo un lío - dijo mi otra compañera - puede ser que haya desacuerdos entre los presentes -. Y tenía razón, por ese mismo motivo, se desecho la idea. Bastaba con que le no le gustara a uno para que no se pusiera.
 
- Yo había pensado que es mejor que no salga nada del cerebro, puede liar - dijo el primer compañero.  Y sí, también era verdad. Otra cosa que quitar.
 
Durante unos 10 minutos comenzamos a recortar todo aquello que podía provocar polémica, todo aquello que podía liar, aquello que eran opiniones personales no compartidas por los cuatro. Matizar unas cosas y otras, añadir, desañadir. Y con tanto corte, teníamos una gran presentación (de dos horas),pero no tenía personalidad. Era aburrida. Y no daba lugar al debate. ¿Qué debatir si todo era plano y sin opinión?. Y la primera cuestión, en una charla del TDAH era debatir directamente sobre si existía o no (ya lo hice en este post). Y la segunda, si la etiqueta sirve para algo y por qué. Y esto último voy.
 
Etiquetas diagnósticas
 
               Al trabajar con TDAH en un estudio del Hospital Virgen Macarena, y en especial al organizar los casos, empecé a encontrare con las incoherencias que supongo que todo el mundo se encuentra cuando se enfrenta a este trastorno. Niños y niñas con perfiles cognitivos diferentes recibían la misma etiqueta diagnóstica (subtipo del DSM-IV), y entraban dentro del maravilloso mundo del probar diferentes tipos de medicaciones hasta que una da el efecto deseado y no efectos secundarios. La cosa está tan bien organizada que no hay garantía de que ante la misma etiqueta funcioné de la misma manera la medicación. ¿Qué nos dice eso?. Por lógica, que hay cosas que se pueden estar quedando fuera.
 
De estas etiquetas elija usted la que mejor encaja. ¿Qué no encaja ninguna?... bueno, la que más se aproxime.
 

                En muchos casos, las etiquetas diagnósticas nos hacen referencia al síntoma más relevante (por ejemplo la falta de atención en el TDAH), pero objetivar ese síntoma (ver que está ahí) no significa ni que sea lo único y ni mucho menos nos dice por qué está ahí. Y ese es el motivo principal de lo comentado anteriormente. Medicaciones que van y no van ante la misma etiqueta. ¿Un ejemplo?. Objetivar un déficit de atención puede ser en un caso debido a dificultades en el control de la atención, o bien a que el niño por sus dificultades visoespaciales decide no prestar atención al material visual. Claro que podemos objetivarlo en ambos casos, pero habrá que ver que es primario y secundario. Lo mismo por eso, a un niño con "déficit de atención" le viene tan bien una pastilla y otro tan mal.
 
                No se trata de que las etiquetas estén mal, sino que se trata de que los avances sobre el conocimiento el funcionamiento del cerebro comienza a dejarlas obsoletas. Comienzan a no poder reflejar las diferentes dimensiones que presenta el cerebro. Y como dije antes, porque si cuadra síntoma principal, no hay mucho más que decir. No voy a entrar (porque ya sería tirarse de los pelos) en las etiquetas paraguas, esas debajo de las que cabe todo, porque nadie sabe como encajarlo. Si duda, si es difícil encontrar casos "puros" de las diferente etiquetas es que no están bien.
 
Diagnóstico topográfico
 
                En la misma investigación que os comentaba arriba, decidí comenzar a relacionar los diferente diagnósticos clínicos (etiquetas TDAH) con los diagnósticos clínico topográficos puestos desde neuropsicología. Mi sorpresa es que muchos niños y niñas diagnósticados con TDAH tenían diagnósticos clínico topográficos diferentes. Fue el choque que tuve cuando vi síndromes prefrontales del desarrollo y síndromes fronto-parietales del desarrollo dentro del TDAH subtipo inatento. Y evidentemente, con el mismo tratamiento, aunque cuando todo índica que hay diferencia.
 
Síndrome de déficit en esa zona!. Y esa zona juega un papel importante en tropecientas funciones. genial.
 

                 El diagnóstico topográfico puede ser algo más certero que el basado en etiquetas, pues nos indica que zonas del cerebro pueden estar detrás de los déficit que encontramos. Al menos parece que no se dejan nada fuera. Sin embargo tampoco son perfectas. ¿Motivo?. Un síndrome del desarrollo deficitario hemisférico derecho puede incluir problemas de coordinación motora, problemas a nivel visoespacial, problemas de prosodia en lenguaje... puede incluir muchas y muy diversas relaciones de síntomas. O sea, es demasiado  inclusivo. Creo que esto refleja nuestro desconocimiento sobre el cerebro, pues si bien ya vamos sabiendo el papel primordial de algunas zonas para diversas funciones, no podemos llegar a concretar más. Tal vez en un futuro, según avance el conocimiento del cerebro (el famoso mapa del que tanto se habla), podamos hacer diagnósticos topográficos exactos. Pero un tal vez a día de hoy no nos permite trabajar de forma adecuada.
 
Hacía una clasificación funcional
 
                    ¿Cómo clasificamos entonces?. Según lo que voy viendo en el día a día, todo debería girar en torno a las funciones cognitivas. Definir un perfil neuropsicológico, es decir, un perfil de como ese cerebro interactúa con el mundo, nos puede permitir saber qué es lo que ese cerebro hace bien, y que es aquello que le está entorpeciendo.

Un perfil neuropsicológico. Una descripción completa del estado de las funciones cognitivas y cuales necesitan de un trabajo (aún así imperfecto, por no reflejar las relaciones).

                      No en vano, como ya dije en anteriores post, estamos avanzando a pasos agigantados en el conocimiento del control de la conducta por parte del cerebro, de manera que etiquetas hiperinclusivas, como pudiera ser la inteligencia, comienzan a desgranarse en diferente índices que son más acorde con el funcionamiento del cerebro. No se trata de todo o nada (si inteligente o no inteligente), sino más bien de grados en las funciones cognitivas, así como en la relación de estas. Precisamente en esa existencia de fortalezas o debilidades se puede basar una intervención Neuropsicológica. No en vano, antes el que "no era" inteligente (con retraso mental, vaya) no tenía solución, y a día de hoy la pelea de muchos padres y madres por contradecir esta idea conlleva muchas sorpresas terapeúticas.

                       Supongo que cada uno tiene su estilo a la hora de trabajar, pero para mi, definir un perfil neuropsicológico me es más útil (por su relación directa con el tratamiento) que dedicarme horas y horas a buscar a que etiqueta se ajusta mejor. Es cuestión de estilos, sí. Un saludo.
 
 
 

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