lunes, 4 de mayo de 2015

¿Quién toma las decisiones? (II)

           Hoy me he encontrado 10 euros en la puerta de un bar al que voy siempre. Iba con una compañera al lado. Con más reflejos de los que cabe pensar que pueda tener al observarme, me he agachado casi sin interrumpir la marcha y los he cogido. No es raro tanta velocidad, ya que con 7 años un día me encontré un muñeco en el suelo en una excursión al parque, y mi compañero fue extremadamente rápido para empujarme y reclamarlo como suyo sin querer compartirlo. Un recuerdo tan emocional (rabia) es difícil que se borre, y acaba guiando la conducta.
 
           Durante 20 metros, un bombardeo de escenarios posibles ha sacudido mi mente. Billete en mano, me preguntaba, ¿Me han visto?¿De quien será?¿Me hace falta?. Estaba decidido a quedármelo, hasta que de repente, le he dicho a mi compañera "voy a dejarlo en el bar" y allá que me he ido. También el camino de vuelta ha sido tortuoso ¿Soy Tonto?¿Se lo quedarán?¿Soy buena persona?. Pero finalmente he dejado el dinero a los camareros y pedido que estén atentos por si alguien le faltan.
 
             Si me remonto a mi pasado, no es la primera ocasión en la que me encuentro dinero. Al revés, me ha pasado más veces de las que cabría esperar. Y sin embargo, la respuesta  no ha sido la misma. Unas veces me lo he quedado y otras no. ¿Por qué?. Dedicarse a las neurociencias lleva a situaciones tan absurdas como la de hoy, que en vez de pensar si debí o no quedarme el dinero, me dedico a pensar como mi cerebro ha tomado la decisión de devolver el dinero, y sobre todo, por qué ha tardado tanto.
 
¡Rápido, rápido!
 
               Ya hablé sobre el tema de la toma decisiones hace muy poco (Aquí), pero justo al poco tiempo me encontré con cierta noticia que hablaba de la toma de decisiones. Así que decidí (yo o mi cerebro, da un poco igual) leerlo y tratar de entender de que hablaba (la noticia la tenéis aquí). Un estudio que, a través de resonancia magnética funcional, trata de ver qué pasa en el cerebro cuando tomamos una decisión rápida de ataque o defensa.
 
              Las máquinas de resonancia magnética son enormes y ruidosas, y tienen un problemilla, como comentaba el otro día con un conocido que trabaja en temas de biomedicia (en una caseta de la Feria de Abril, lugar idóneo): La persona no puede hacer nada dentro de la máquina en cuestión. No hay espacio, a parte que resulta relativamente incomodo concentrarse con el ruido que produce. Aún así, el Dr. Keiji Tanaka planteó la idea de presentar una serie de imágenes de un juego, el shogi (similar al ajedrez) y pedir a las personas que en ese momento estaban siendo escaneadas que pensaran si su siguiente movimiento sería de ataque o de defensa. Una forma de ver como se tomaba una decisión rápida y que pasaba en el cerebro a la vez.
El Shogi. Para los aficionados al manga no les resultará raro, ya que los personajes de los mangas que habitualmente eran grandes estrategas solían ser muy buenos en este juego.
 
 
                Este tipo de decisión es muy rápida, incluso como dicen los autores, mucho más rápida de lo que se evalúan todas las opciones disponibles (el ejemplo eterno: Rafa Nadal no analiza todas las formas posibles de devolver una pelota, sino que actúa directamente). De esta manera tan ingeniosa, localizan que el "valor" de atacar y de defender parecen codificadas en dos partes diferentes del cerebro: La corteza cingulada posterior y anterior (respectivamente). Hay que añadir que esta pertenece a sistema límbico, una estructura más anterior evolutivamente que el neocórtex. Posteriormente, la corteza prefrontal dorsolateral toma la decisión de atacar o no y los movimientos con estos valores. Parece que la decisión que tomamos a veces (más consciente), esta influida por aspectos menos conscientes (emocionales). ¿Yo ya sabía que iba a devolver el billete antes de hacerlo?. Curiosa pregunta.
 
En frío o en caliente
 
                Esta curiosa distinción entre la toma de decisiones antes de tomarla (vaya lío) y la toma final plantea cuestiones, que abordaremos en el último punto. Pero reabre de nuevo el planteamiento de la toma de decisiones con o sin componente emocional. Las toma de decisiones Cool y Hot, según se ha venido a llamar.
 
                Cuando hablamos de toma de decisiones Cool (o función ejecutiva fría), hablamos de los componentes más cognitivos de la toma de decisiones, los cuales podríamos identificar con tareas como el test Wisconsin (aquí un ejemplo) o lo que es lo mismo, tareas más descontextualizadas o abstractas. Con toma de decisiones Hoy (función ejecutiva en caliente) se habla de aquellas tareas donde hay un componente emocional o algún tipo de factor de recompensa motivacional. Supongo que es difícil muchas veces separarlas (pensad en decisiones puramente cognitivas a ver si se os ocurren), pero no es una distinción nueva realmente. Sólo hay que pensar en la expresión "matar a sangre fría". Es peor un delito que ha sido meditado "fríamente" que uno cometido en caliente (al menos eso parece indicar el código penal). Como si las emociones no fueran humanas o enturbiaran la razón. Pero como siempre digo, si son dos cosas diferentes, ¿Puede estar afectada una sin la otra?.
 
Un ejemplo sería esta versión del stroop, en busca de una interferencia "emocional" por el contenido de las palabras. También existen stroop con pérdidas y ganancias lo que implica ese proceso "Hot".
  
                  En este caso tenemos el ejemplo de Iowa Gambling Test de Antoine Bechara, una de las claves para la hipótesis del marcador somático de Damasio. La persona tiene cuatro mazos de cartas delante y dependiendo de lo que haga puede ganar o perder dinero, existiendo un grupo de cartas en las cuales se gana más dinero, pero es mucho más fácil perder, lo cual resulta contraproducente. Esta planificación es totalmente hot: Hay dinero de por medio. Y lo que encuentran es la existencia de personas con daño en el lóbulo frontal que en apariencia planifican bien (en frío), pero cuando se encuentran con tareas que tienen un componente hot fallan. ¡Y de qué manera!. Hasta el punto de arruinarse y volverse a arruinar (no hago chistes con los políticos). Habría mucho que discutir sobre el papel del control inhibitorio cuando hay recompensas por medio. pero de inicio da lugar a pensar que si existen estos dos tipos de componentes.
 
Este es un ejemplo de la IGT, informatizada.
 
                ¿Qué tiene que ver esto con mis 10 euros y el experimento del Shogi?. Bueno, tal vez decidamos en un proceso secuencial. Tomamos decisiones antes de la propia decisión (yo me llevo el billete) y luego la decisión final (lo voy a devolver) tremendamente influida por aspectos emocionales (miedo o vergüenza) y por prever futuras consecuencias (si me han visto, mañana me miraran mal, o dejaré a alguien sin dinero para comer...). ¿Podría ser la toma de decisiones un proceso secuencial en el que se van sumando informaciones?. No creo que yo pueda llegar solo a la conclusión, pero al menos si dar alguna idea.
 
El cerebro dividido.
 
                     Lo que parece claro es que cada información, desde cada diferente centro del cerebro que decide opinar sobre algo, aporta un poco más al proceso final de la toma de decisiones, y al menos esa idea de que no todo lo que valoramos para decidir se valora de forma consciente. Ello nos lleva a plantearnos... ¿Puede haber partes del cerebro que deseen cosas diferentes?. ¿Hasta que punto hay diferencias?.
 
                     Existe otra pequeña corriente de información que tenemos que integrar a todo esto, y viene del estudio de los cerebros divididos. Con cerebro dividido, nos referimos a pacientes que han sufrido una sección del cuerpo calloso (generalmente para tratar epilepsias graves), siendo este último el que se encarga de conectarlos y del fluir de una información de uno a otro. Es decir, quedan desconectados. Y según muestran los estudios del Dr. Michael Gazzaniga, cada uno de los hemisferios podría tener sus propios intereses, sus propios deseos, sus propias metas... Y estar en contradicción. Podría darse absurdos como que una mano estuviera pegando a alguien que estamos abrazando con el otro brazo (recordemos que cada hemisferio controla una parte del cuerpo, la contralateral).
 
                        Lo hechos más curiosos son "preguntarle" a un hemisferio si es católico o ateo y encontrar diferentes respuestas en cada uno de ellos, o que profesión desea uno ejercer y ver respuestas diferentes, pero no somos conscientes. La respuesta es bastante unificada (y bien narrada), ya que en teoría un hemisferio suele ser dominante. La ruptura de estas comunicaciones entre los dos, lleva a este par de respuestas diferenciadas. El ejemplo que viene al pelo es aquello que narra Jill Bolte Taylor, cuando sufrió un ictus en el hemisferio izquierdo y nos narra (tras su proceso de recuperación) que ocurría cuando el hemisferio derecho se veía liberado de la tiranía del primero.
 
Os recomiendo buscar la charla TED , que como veis arriba es una de las más visitadas. Es bastante buena.
 
               Aquí ya tenemos, por tanto, un par de ideas interesantes que nos llevan a entender la toma de decisiones como algo espaciotemporal (se lo tomo prestado a Michio Kaku): Hay un proceso temporal en el que se van tomando diferentes decisiones progresivamente (milisegundos, eso sí), sumando información, y además, estas informaciones tienen posiblemente diferente procedencia topográfica en el cerebro. La pregunta es ¿Por qué no me explotó la cabeza cuando me encontré el billete?. Con tantas cosas de por medio, lo mínimo sería un dolor de cabeza.
 
 
La lucha de contrarios.
 
               Siguiendo con el proceso de engarzar teorías, vuelvo a recurrir a David Eagleman y su "lucha de contrarios", con la idea de tener un gran número de informaciones en el cerebro que compiten por ser aquella que definitivamente determinen nuestra decisión. Y tiene cierta lógica que exista ese choque, ya que ninguna es "fácil" de tomar. Otra cosa es que después nos argumentemos a nosotros mismos que lo fue, o que estaba clarísimo. Entran muchas cosas en conflicto.
 
No es la foto que más me guste, pero representa esa idea de que hay una cierta variedad en nuestro cerebro.
 
                Podemos tratar de casar todo esto con ideas que ya hemos ido dejando caer últimamente por blog, como la idea del diseño chapucero del cerebro (aquí) donde se duplican diferente sistemas de los que nos ha dotado la evolución (cerebro reptil, cerebro límbico y neocortex) algunos por debajo del umbral de la consciencia, lo que guía mucho más a nuestra decisión de lo que pensamos. Nuestro cerebro "ve" muchas cosas, pero no considera necesario contarnoslas (tomemos como ejemplo, la percepción de un billón de olores de la que no somos conscientes aquí).
 
               El simil que plantea Michio Kaku (que ya desarrollaré en otro post más a fondo) es el de una empresa, en la que el jefe sabe el producto de sus empleados, pero no tienen ni de todo lo que han podido pasar para lograrlo o de la forma en lo que lo han hecho. Y en base a la presentación de los diferentes procesos presentados toma una decisión, con cierta ayuda de sus asesores más socorridos: La experiencia (memoria) y la emoción (hechos subrayados por su importancia).
 
               Entonces...¿Cómo demonios puedo explicar por qué he devuelto ese maldito billete de 10 euros en vez de quedármelo?. Podría tratar de explicar verbalmente lo que conscientemente ha pasado por mi cabeza, pero no "todo" por lo que parece. Según Steven Pinker "racionalizamos el resultado a posteriori como si hubiera un yo detrás controlándolo todo". Supongo que en esto está la clave de plantearnos como actuaríamos ante ciertas situaciones inesperadas... depende de "quien tome la decisión".
 
PD: soy 10 euros menos rico.
 
 
 
 
 

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